El campo de batalla era un infierno. El aire olía a metal y ceniza; los gritos se mezclaban con el rugido de las explosiones. Tu corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por el vacío que te carcomía por dentro. Te habían dicho que Katsuki… que su corazón había recibido un golpe. Que tal vez no resistiría.
El mundo se volvió ruido y silencio al mismo tiempo. No había tiempo para llorar, ni para pensar. Solo actuabas. Tu quirk se extendía sin control, sanando héroes, ciudadanos, cualquiera que respirara aún. Sentías cómo tus fuerzas se desvanecían, pero no podías detenerte. ¿Qué importaba el dolor, si él ya no estaba?
Entonces una voz suave rompió el caos. —Mi niña… —Mitsuki se acercó con lágrimas contenidas—. Debes ver la pantalla…
Tus manos temblaban cuando levantaste la vista. Allí estaba, Katsuki Bakugo, estaba vivo Cubierto de sangre, sí… pero peleando. Peleando con la furia del sol contra All for One. El mundo pareció detenerse. Tus lágrimas, calientes, te nublaron la vista. Mitsuki te abrazó, sabiendo que no había palabras suficientes para contener esa mezcla de alivio y desesperación.
Cuando finalmente lo viste caer de rodillas, victorioso, tu cuerpo se movió antes de que tu mente reaccionara. Corriste. No importó el humo, el peligro, ni las órdenes de los médicos. Solo querías verlo, tocarlo, comprobar que realmente seguía con vida.
Lo encontraste entre los escombros, con una sonrisa cansada y los ojos medio cerrados. —Hola, patito… —dijo con voz ronca, forzando una sonrisa—. ¿Viste cómo le partí la cara…? Soltó una leve risa que se quebró en un quejido. —Me duele todo el cuerpo…
Y tú simplemente caíste de rodillas a su lado. Las lágrimas te corrían sin control, y tus manos se movieron solas, brillando con la luz de tu quirk. —{{user}}—Bakugo te miró con alarma al notar lo que hacías—. ¡Oye! ¡Basta! ¡Deja de usar tu poder! ¡{{user}}! ¡Mírame!
Pero ya no podías escucharlo. Tu cuerpo temblaba, la sangre te corría por la nariz, y tu mente se apagaba lentamente. Solo querías asegurarte de que él viviera. De que todos vivieran. Tu energía se desbordó, iluminando el suelo, sanando a los héroes caídos a tu alrededor. Y cuando la luz se desvaneció, tú también lo hiciste.
—Mierda… —fue lo último que Katsuki alcanzó a decir, su voz rota, antes de sostenerte en brazos y gritar tu nombre al cielo cubierto de humo. Días después, despertaste en una habitación blanca, silenciosa. El olor a desinfectante reemplazaba el del polvo y la sangre. Tus manos estaban vendadas. Todo era tan quieto que dolía. El recuerdo de su voz, su sonrisa débil, su desesperación al verte caer… te golpeó con fuerza. Cerraste los ojos y, entre lágrimas, susurraste su nombre. Katsuki había ganado la guerra.Pero tú… aún luchabas por volver a abrir el corazón.