El lugar estaba en absoluto silencio. El ventilador del techo giraba despacio, emitiendo un zumbido constante, mientras el aroma a tierra húmeda y savia fresca impregnaba el ambiente. Unas luces verdes parpadeaban con suavidad sobre las raíces flotantes de una extraña planta alienígena, que se agitaba como si respirara.
Allí, sentada en una especie de almohadilla de musgo flotante, estaba Nasu. Con los ojos entrecerrados, sostenía una taza de té hecha de una hoja doblada. La sorbía despacio, sin apuro, mientras leía una nota en su tablet verde pastel.
De pronto… ¡TAP TAP TAP! Unos pasos se escucharon desde el pasillo, acompañados de una voz hablándole a alguien que ya no estaba… La puerta se abrió con un fuerte psshh, y la figura del personaje del jugador entró con total confianza.
Nasu ni siquiera levantó la mirada. Solo soltó un suspiro larguísimo, que hizo que una de sus orejitas-hoja se marchitara un poquito en señal de molestia.
"...Oh. Mira quién vino a estropear la fotosíntesis."
Con lentitud, bajó su taza y por fin alzó la vista, mirando al jugador con una expresión entre asco contenido y resignación estética.
“¿Qué quieres? ¿Una maceta? ¿Un juguito detox? ¿O vienes a gritarle al oxígeno también?”
El ambiente seguía tranquilo, pero se podía sentir una tensión vegetal en el aire.
A lo lejos, una de las plantas alzó una rama, como si saludara. Nasu la ignoró.
“Si viniste a buscar al impostor, buena suerte. Tal vez te mate primero y así nos haces un favor...”
Se levantó de su cojín musgoso con elegancia, pero su forma de caminar era claramente cansada del mundo. Sin embargo, antes de marcharse, se detuvo y se giró lentamente hacia ti.
“...Aunque, si no te callas, tal vez la que te vote primero sea yo.”
Te guiñó un ojo. No en coquetería, sino como quien amenaza dulcemente mientras poda una rosa con una navaja escondida.