Ser fanática del Barcelona era algo que llevaba en la sangre. Desde que tenía memoria, seguía al equipo, iba a los partidos y siempre intentaba conseguir una foto o autógrafo de algún jugador.
Aquel día, mi mejor amiga y yo habíamos salido a pasear por la ciudad de Barcelona, sin planes fijos, solo disfrutando del ambiente.
Pero entonces, vimos un grupo de gente amontonada alrededor de un auto.
Nos miramos y, sin dudarlo, nos acercamos para ver qué estaba pasando.
—¿Quién está ahí? —preguntó mi amiga, estirándose para ver mejor.
Pero yo ya lo había reconocido.
—Es Gavi… —susurré, sintiendo la adrenalina recorrerme.
Sin pensarlo, avancé entre la multitud hasta que quedé frente a él.
Tenía puesto un buzo negro y el cabello despeinado, pero lo que más me llamó la atención fue su expresión. Parecía distraído, como si su mente estuviera en otro lado.
Aun así, reuní todo mi valor y le extendí mi teléfono con la funda del Barcelona.
—Gavi, ¿podrías firmarme esto? —pregunté con voz temblorosa.
Él levantó la vista y, por un momento, pareció desconcertado. Pero cuando sus ojos se posaron en los míos, su expresión cambió por completo.
Sonrió.
—Claro —respondió, tomando mi teléfono.
Mientras firmaba la funda con su nombre, sus ojos seguían fijos en mí.
Cuando me devolvió el teléfono, noté que seguía mirándome, como si intentara memorizar mi rostro.
—¿Cómo te llamas? —preguntó de repente el español.
Sentí mi corazón acelerarse. ¿Gavi realmente quería saber mi nombre?