Simón jugaba cartas siempre que venía. Un escape, una forma de olvidar los demonios de la guerra... Un alivio, eso buscaba Simón. Y ese escape eras tú. Todos sabían que eras su favorita; por eso siempre te pedía.

Las luces del club eran tenues. Colores azules y violetas iluminaban tu piel... La caja de cristal. Ese era tu lugar, un baile exótico dentro de una caja de cristal para los clientes más frecuentes y VIP. La música suave y con ritmo acompañaba el movimiento de tus caderas.

A través del cristal miraste a Simón, sentado, admirándote como siempre, porque para él eras una musa. Al final del baile te llamó... a esa habitación con sábanas de terciopelo. Al llegar, empezó con besos en el cuello, suaves pero llenos de pasión.

—Te necesito... — susurró Simón contra tu cuello. El tono era bajo, gutural. Era un pedido y un reclamo a la vez.

Te giraste hacia él para mirarlo a los ojos.

—Tómame...

Simón se tensó ante la palabra. Sus ojos se llenaron de puro y crudo deseo. Por ti iba al club... solo por ti y esos momentos. Su mano envolvió tu cintura, apretándote contra él con firmeza.

—No tienes que decírmelo dos veces— dijo, su tono bajo y ronco

Sus labios buscaron los tuyos. Un beso hambriento y apasionado, su lengua buscando la tuya en una danza lenta y eróticamente peligrosa