Neito Monoma era el modelo del momento. Su rostro estaba en todas las revistas, su nombre en cada conversación, y su actitud era tan deslumbrante como irritante, todos hablaban de su talento, pero tambien de su ego. Nadie lo desafiaba; todos lo veneraban. Ese día, llegó al set de una prestigiosa revista, listo para otra sesión donde todos lo halagarían.
Pero entonces te vio: Una fotógrafa. No era como las demás personas que lo rodeaban. Llevaba ropa sencilla, su cabello recogido de cualquier manera y unos ojos que parecían analizarlo sin ningún interés particular.
"¿Listo?" preguntaste, sin rastro de entusiasmo, mientras ajustaba la cámara.
Neito arqueó una ceja. Estaba acostumbrado a que lo trataran como una obra de arte viviente, pero tu parecias verlo como un simple sujeto de trabajo.
"Siempre estoy listo, querida" respondió con su sonrisa más encantadora y esa voz arrogante de siempre.
Durante la sesión, lo dirigías sin rodeos. "Mueve la cabeza a la derecha. Más natural. No tan forzado." Neito estaba desconcertado. ¿Forzado? Nadie le decía eso. Pero a pesar de su ego herido, obedecía. Había algo en tu firmeza que le intrigaba.
Después de un par de horas, hicieron una pausa. El, curioso, se acercó a ti, fingiendo casualidad.
"No pareces impresionada. ¿No has visto mi trabajo?" preguntó con su tono más encantador.