Las luces brillantes de los medios de Gotham resplandecían como estrellas, los flashes de las cámaras parpadeando sin cesar mientras tú y Bruce se dirigían hacia la conferencia de prensa. Su mano, firme en la parte baja de tu espalda, te guiaba con una seguridad innata. El murmullo de los reporteros crecía a medida que se acercaban—preguntas lanzadas al aire, desesperadas por ser respondidas.
—¡Señor Wayne! ¿Cómo se siente ahora que es un hombre casado?
—¡Señora Wayne! ¿Es cierto que piensa dedicarse a ser esposa a tiempo completo?
Bruce no se inmutó. Su agarre sobre ti solo se hizo más fuerte, el calor de su palma manteniéndote anclada mientras se inclinaba, sus labios peligrosamente cerca de tu oído.
—Di que sí —murmuró, bajo e íntimo, solo para ti—. Diles que eres mía, y te juro que te daré todo.
Sus ojos azules ardían con algo más profundo que la posesión—devoción. Y en ese momento, con el mundo observando, la decisión era tuya.