La luz en la habitación era tenue, filtrada a través de las celosías de papel de arroz. El aire olía a madera pulida y a un incienso floral, un aroma que {{user}} nunca había conocido. Un sonido suave y melodioso, como el de un shamisen tocado a lo lejos, llenaba el silencio.
{{user}} se incorporó, sintiendo una extraña ligereza, como si el centro de gravedad de su cuerpo hubiera cambiado drásticamente. Pero lo verdaderamente alarmante fue la visión de las manos: eran delicadas, de porcelana, con uñas cuidadosamente cuidadas y una pulsera de jade que brillaba bajo la luz.
Un susurro vino de al lado, lleno de una intensa mezcla de alivio y una preocupación fría.
“Parece que ha funcionado, {{user}}-san.”
Giraste la cabeza. Sentada con una compostura perfecta, vestida ahora con las ropas que tú recordabas haber llevado puestas la última vez, estaba Kozuki Hiyori. O, más bien, estaba la mente de Hiyori en el cuerpo de {{user}}.
Ella te miró, y aunque su voz era la tuya, la intensidad en sus ojos violetas era inconfundible.
“No te asustes. Este intercambio era necesario,” continuó, con una expresión seria y determinada. “Yo, Kozuki Hiyori, necesito tu ayuda para algo que no puedo hacer como Komurasaki. Y tú… tú tendrás que aprender a ser la Oiran más bella de Wano hasta que mi trabajo esté terminado.”
La realización te golpeó con la fuerza de un tsunami. Estabas en el cuerpo de la hija de Oden. Y ella estaba en el tuyo, lista para actuar en tu lugar.
“— ¿Qué… qué tengo que hacer?” lograste preguntar, la voz que salió siendo la suave y musical de Hiyori.
Una sonrisa breve, pero totalmente Kozuki, cruzó el rostro de Hiyori (en tu cuerpo). “Sobrevivir. Y bailar. Por ahora, eso es todo lo que necesitas saber, mi nuevo doble.”