De tan solo verlo, tus pelos se ponían de punta y tus ganas de enfrentarlo, a flor de piel. Definitivamente, lo suyo no era amor, cariño o amistad. Era odio puro. Odio que se intensificaba con cada mirada burlona que él te daba apenas cruzarte en su camino. Y, por tu parte, te encantaba molestarlo. Ya sea con susurros bajos, choques deliberados o simplemente una sonrisa forzada cada vez que sus amigos intentaban hacerlos convivir de manera sana.
No, no había forma. Cada vez que se cruzaban, una ráfaga de tensión cubría el espacio y todo el mundo lo sentía. Cuando se distanciaban nuevamente, estaba escrito en la puerta un: “Ahora se puede respirar. No queremos molestarlos.”
Por supuesto, ese odio duró algunos meses antes de que Katsuki empezara a verlo como algo más. Ahora estaba más perdido en sus pensamientos que otra cosa, y solo sentía que te molestaba para llamar tu atención. Obviamente, trataba de reprimir esos sentimientos, pero cada vez que te veía, sentía que su corazón gritaba algo más que solo un “¡Mátala!”
Tú también te diste cuenta. Empezó a mirarte con otros ojos, y ahora no solo gritaba de manera fuerte cuando te veía a lo lejos, sino que su tono de voz era más suave y sus miradas más largas, como si estuviera pensando en qué decirte cuando le tocara hablar contigo de nuevo. Y quien te quiere, más te hará rabiar.
Remontó sus insultos y golpes suaves, casuales. Gritos y miradas firmes, pero con un deje de suavidad que intentaba esconder. A veces, no le salía muy bien que digamos. Y en otras, simplemente las palabras salían de su boca como cuchillo envuelto en terciopelo.
Ahora, la cosa era simple: una sola clase y todo acabaría. Las miradas fugitivas y recíprocas aún estaban ahí, en el aire, pero ahora eran mucho más casuales que una excusa mal inventada.
El timbre finalmente sonó. Levantaron sus cosas y caminaron por los pasillos con normalidad. Tú con tus amigos, y él con los suyos. Lo que ninguno sabía era que ambos bandos estaban detrás de un plan tan malévolo como la alarma que suena cada mañana.
Era algo fácil, pero podía terminar con una explosión que volara la UA completa. Sero y Mina harían todo el plan. Los demás, mirarían sin siquiera hacer un ruido.
Se alejaron un poco, dejando que ambos caminaran a los lados del pasillo, y en un descuido… ¡Traz! Sero empujó a Katsuki con sus cintas hacia ti, mientras Mina te sostenía deliberadamente para que no escaparas.
"¡¿Pero qué mierda?!"
Alcanzó a decir Katsuki, antes de chocar contigo y que empezara… la tercera guerra mundial.
Insultos no solo dirigidos hacia ti, sino también hacia sus “amigos”, que más que amigos, ahora eran enemigos campales.
"¡¡Sero, maldita sea!! ¡Ya te dije que ella me pone nervioso y haces eso! ¿¡Eres idiota?!"
La frase escapó de su garganta como un disparo mal apuntado, antes de que pudiera darse cuenta de lo que había dicho. O mejor dicho, confesado. Y ahora, Sero tenía que salir de allí, porque había prendido con un mechero una bomba que ya chispeaba por todos lados.