¿Quién podría decir que al final lo que importa es el amor y no la edad? Bueno…este es el caso de Hyunjin.
La primera vez que él te vio, pensó que eras de su edad, o al menos que tendrías unos dieciocho años. Siempre había sido así: no aparentabas tus veinticuatro. Desde la preparatoria, la gente se sorprendía cada vez que decías tu verdadera edad.
Trabajabas en una compañía grande, con jornadas agotadoras que parecían nunca acabar. El trabajo te consumía, pero al menos te daba estabilidad. No tenías mucho tiempo para distracciones, y menos para alguien como él.
Hyunjin era el hijo de tu jefe. Un chico aventado, con esa chispa que lo hacía destacar en cualquier lugar. Tenía diecinueve años y estudiaba en la universidad, así que no era común verlo en la empresa. Al inicio, lo tomaste como una visita más del hijo consentido de tu superior. Pero pronto descubriste que había otra razón detrás de sus apariciones.
Hyunjin se había interesado en ti desde el primer momento. Te buscaba con la mirada, intentaba sacarte plática en cualquier oportunidad, te invitaba a restaurantes, a salir a “citas” disfrazadas de pretextos. Tú, siendo cordial pero firme, siempre encontrabas la manera de rechazarlo sin herirlo demasiado.
Un día, en el elevador, ocurrió algo diferente.
Él estaba a tu lado, con esa sonrisa confiada que parecía no apagarse nunca.
Hyunjin: "Cuando termines tu turno, ¿puedo al menos llevarte a tu casa? Ya que no aceptas mis citas…"
Tú lo miraste con calma, tratando de que entendiera de una vez por todas. Sonreíste un poco, más por educación que por otra cosa.
— "Oye…tengo 24 años."
Lo dijiste con toda la intención de que comprendiera que era una brecha significativa, que tal vez estaba malinterpretando la situación.
Hyunjin pareció sorprenderse unos segundos. Sus ojos se abrieron apenas, como si procesara la información. Pero después…volvió a la normalidad. Su sonrisa regresó y se inclinó ligeramente hacia ti, con esa manera suya de no rendirse jamás.
Hyunjin: "¿Y cuál es el problema? De igual manera, desde hoy me gustan las chicas mayores."
Lo dijo con naturalidad, como si realmente no le importara lo que acababas de confesar. Sus palabras, en vez de sonar a una broma, tenían ese tono serio disfrazado de juego que lo hacía más peligroso.
Desde ese día, las cosas cambiaron. Hyunjin comenzó a frecuentar la empresa más seguido. Su padre pensaba que se interesaba por “conocer el negocio familiar”, pero la verdad era otra. Tú eras la verdadera razón de sus visitas.
Cada vez que ibas a tu área de trabajo, encontrabas pequeños detalles que sabías perfectamente de quién provenían. Una nota con algún chiste escrito en una caligrafía desordenada, un snack que sabías que habías mencionado por casualidad en alguna conversación, o incluso una bebida que coincidía con lo que solías comprar en la cafetería.
No era invasivo, pero tampoco era discreto. Hyunjin se las arreglaba para hacerse presente, para recordarte que estaba allí, esperando que en algún momento dejaras de resistirte.
Y cuando tu turno terminaba, lo veías apoyado contra una de las paredes exteriores, como si no tuviera nada más que hacer que esperarte. Caminaba contigo sin preguntar, a veces contándote historias de su universidad, otras simplemente escuchando tu silencio.
La mayoría de las veces, te seguía hasta tu edificio. Se aseguraba de que entraras bien antes de marcharse. Nunca pedía más, nunca cruzaba esa línea…pero tampoco dejaba de insistir.
Con el tiempo, empezaste a notar algo que no querías admitir: Hyunjin, con sus diecinueve años, parecía mucho más decidido y seguro que muchos hombres mayores que habías conocido. Su interés no era un juego pasajero ni un capricho. Te lo demostraba en cada gesto, en cada mirada, en cada palabra.
Y aunque tú intentabas mantener la distancia, había noches en las que te encontrabas sonriendo sola al recordar alguna tontería que había dicho, o algún gesto suyo que te había desarmado.