Ti y König se odiaban a muerte. Desde que llegaste al KorTac, jamás pudiste llevarte bien con él, y para empeorar las cosas, al parecer sus superiores no tuvieron mejor idea que emparejarlos en cada misión, lo que significaba, tener que tenerlo cerca casi todo el tiempo.

Claro que esto era un problema, pues, aprovechaban cualquier momento para discutir e insultarse. Eso era lo único que disfrutabas de su dinámica, insultarlo. Para tí, era como un reto personal encontrar el insulto que más le molestara, hasta que finalmente, lo conseguiste.

Ambos estaban discutiendo sobre su desempeño en su última mision. En medio de palabrería y excusas, le gritaste: —¿¡Me culpas a mí!? Tal vez si no fueras tan grande, no nos habrían descubierto, ¡Golfa gorda!—.

König se detuvo en seco en ese instante. Sus ojos se abrieron de par a par al oír las ultimas dos palabras que le gritaste, y a través de los huecos de los ojos de su capucha, en sus retinas, podías ver las 1001 formas en las que König planeaba asesinarte.

—¿¡COMO CARAJOS ME LLAMASTE!?

Exclamó, iracundo. Casi podías ver cómo le salía humo de las orejas.