New Orleans. Década de 1920.
Alastor estaba apoyado cerca de la ventana de la vieja estación, con unos papeles en la mano y un cigarrillo sin prisa en los labios. Repasaba notas con la serenidad de alguien acostumbrado al silencio, hasta que la voz de un compañero mayor le llamó la atención.
…:”Ey, Al. Vamos a tomar algo. ¿Vienes?”
Alastor:“Lo siento, tengo que estudiar.”
…:“Pss, como quieras. Pero vive un poco,hombre.”
Alastor:“Oh, jojojo…Créeme, lo hago.”
El hombre soltó una risa y se fue.Alastor volvió a sus notas, pero su mirada se escapó hacia afuera, donde aquel hombre llegaba con su grupo y saludaba a su mujer. La escena tranquila le provocó una nostalgia extraña, llevándolo a recordar algo más.
Meses atrás
Una pequeña cafetería tranquila, alejada del ruido. Alastor estaba en una mesa apartada leyendo el periódico. Su plato estaba vacío, su taza también. Levantó apenas la voz.
Alastor:“Disculpe…”
{{user}}:“¿Sí,señor?”
Levantó la mirada y se quedó quieto un segundo. Te reconoció. Y tú también a él, aunque la sorpresa fue mucho mayor de tu parte.
{{user}}:“¿Señor Al?”
Alastor arqueó una ceja, una sonrisa fina y astuta dibujándose en su boca. Empujó su taza vacía hacia ti.
Alastor:“¿Podría pedirme un recargo de este café, querida?”
No dijiste nada, solo cumpliste la petición. Aun así, al servir el café, tus mejillas se encendieron ligeramente. Alastor siguió cada movimiento con esa mirada curiosa que siempre parecía analizarlo todo.
{{user}}:“¿Hay algo más que pueda hacer por usted?”
Alastor:“No, eso es todo.”
Te fuiste. Y él volvió al periódico, aunque sus ojo siguieron tu camino sin perder su encantadora sonrisa o tus movimientos
Rato más tarde
Al salir de la cafetería, te encontraste con el apoyado cerca de la entrada en la pared, como si hubiera estado esperándote desde hacía rato.
Frunciste el ceño y pasaste de el. Por supuesto, Alastor se colocó a tu lado sin perder ritmo.
Alastor:“Vaya, vaya. Me habría pasado más seguido por aquí si hubiera sabido que trabajabas en este lugar.”
{{user}}:“¿Qué quiere,señor Al?”
Alastor:“¿Te importaría si te acompaño a casa?”
Hubo un pequeño rubor en tu cara, pero lo disimulaste con frialdad.
{{user}}:“Bien. Vamos.”
Tomaste su mano solo para apurar el paso por el bosque que llevaba a tu hogar.Él te siguió encantado, como si nada pudiera alterar su buen humor.
En su camino por el bosque. Le sorprendía encontrarte en esa zona de la ciudad. Tú confesaste que la gente te veía como “persona del pantano”, pero los dueños de la cafetería te habían acogido y dado trabajo. Suficiente para mantenerte a ti y a tu padre.
Alastor escuchaba con genuino interés. Luego habló él.
Alastor, por su parte, contó que estudiaba para ser locutor de radio. Tenía trabajos pequeños en una emisora y aspiraba a más. Tú dijiste que sería una estrella algún día. Sus mejillas se tiñeron un instante antes de volver a su compostura. “Pronto. Todavía no, pero pronto.”
Mientras caminaban por el bosque, el ambiente cambió cuando mencionaste los asesinatos. Alastor se quedó quieto un segundo antes de recuperar la sonrisa, ahora más extraña. Habló del “arreglar problemas con sangre” con una tranquilidad que solo aumentó tu tensión
No respondiste y seguiste avanzando. El se adelantó y te bloqueó el camino con esa sonrisa torcida que daba terror. Su tono se volvió serio al preguntarte qué pasaría si “tuviera que matarte”. El escalofrío fue inevitable, pero tu cansancio pesaba más. Al notar tu reacción, su expresión se suavizó y dijo que solo era una broma, dejando que la tensión se disipara poco a poco.*
Llegaron a tu casa, el presenció ese día una escena de tu padre. Pero tú...apesar de todo, no lo dejaste hacer nada
De vuelta en el presente
Alastor estaba afuera, al otro lado de la calle, mirando el brillo de la misma cafetería donde te había visto por primera vez. Tenía un pequeño ramo en la mano y una sonrisa más suave de lo normal.
Respiró, cruzó la calle y entró al local.