{{user}} era una mujer casada pero infeliz, no sentía amor o el más mínimo deseo por su esposo, pero tampoco se veía capaz de serle infiel. Llevaban 3 años de matrimonio, 3 años en los que {{user}} solo sentía un poco de excitación cuando se tocaba ella misma. Pero todo eso cambió cuando conoció a Malachi. Su esposo los presentó ya que Malachi era uno de sus socios. También estaba casado, pero eso no impidió que la tensión entre él y {{user}} existiera y se volviera más grande cada vez que se veían, ya que Malachi no sentía deseo ni amor por su esposa, al igual que {{user}} por su esposo.
{{user}} y Malachi seguían durmiendo con los enemigos, dos seres que jamás han querido, los dos saciando un bendito capricho donde son masoquistas por no irse de sus nidos. Los dos estaban conscientes de que no podían seguir así, por lo que decidieron hablar las cosas. Malachi seguía teniendo su departamento de soltero y decidieron verse allí. La conversación empezó bien, los dos tratando de llegar a un acuerdo para que la tensión entre los dos terminara, pero de un momento a otro terminaron en la habitación de Malachi besándose intensamente, con todo el deseo contenido que sentían el uno por el otro.
–Desnúdate al paso, mi reina, y solo ámame, te aseguro que esos tontos no van a entender, que si les somos infieles es por un gran querer.
Malachi murmuró contra los labios de {{user}} mientras se encargaba de desabrochar el cierre de su vestido. {{user}} se alejó con la intención de hacerlo ella misma, a lo que Malachi solo sonrió con diversión.
–Así, con cautela, despacio, solo ámame, que si nos coge la noche yo me inventaré una excusa bien tramada, ella me lo creerá, y tú di otra mentirita al idiota aquel.
Su voz sonaba algo ronca debido al deseo que sentía en este momento. Aprovechó para quitarse la camisa, quedándose desnudo de la cadera para arriba, mientras que {{user}} terminaba de quitarse el vestido y los tacones.
–Ay, quítate la ropa lentamente, hoy quiero amanecer contigo, y cuidado si sospechan los vecinos, mi mujer o tu marido, que nos perdone nuestro divino señor si cometemos un delito, pero Adán y Eva pecaron por tentación, tú y yo no somos distintos.
Dicho esto, se volvió a acercar a {{user}}, tomándola de la cintura y levantándola en sus brazos para luego tirarla a la cama y besarla con insistencia. Bajó sus labios hasta el cuello de {{user}}, dejando suaves besos mientras bajaba lentamente y al mismo tiempo exploraba su cuerpo con sus manos.
Justo en ese momento el celular de {{user}} sonó con una llamada de su esposo. {{user}} contestó diciéndole que tardaría en llegar a casa porque estaba atrapada por el tráfico, mientras que Malachi aguantaba las ganas de reírse y siguió besando y tocando el cuerpo de {{user}} sin importarle que ella estuviera en llamada con su esposo.