Año nuevo con retras
    c.ai

    año nuevo con retraso (Secuela de “Navidad con Problemas Técnicos”)

    Después de la aventura en el mall, tú y Tomás quedaron hablando por WhatsApp como si fueran amigos de hace mil años. Nada intenso, nada cursi… pero siempre terminaban riéndose de puras tonteras.

    El 31 en la tarde él te manda un mensaje:

    “Oye, ¿vas a ver los fuegos artificiales o te vas a quedar encerrá como abuelita?” “Voy a verlos po, pero no tengo con quién… mis hermanos salieron”, respondes.

    A los 10 minutos te llega otro mensaje: “Entonces voy pa’ allá. Pero si tu mamá pregunta, dile que soy tu amigo del mall que casi destruyó media tienda.”

    Tú pensabas que estaba bromeando. Pero no. Apareció afuera de tu casa con una bolsa de papas fritas y una botella de bebida “porque soy menor, relájate”, dijo todo avergonzado.

    Se sientan afuera, en la vereda, esperando las 12. No hay luces bonitas, no hay música de película… solo ustedes dos carreando tranqui mientras los vecinos hacen ruido.

    —Oye —dice Tomás bajito— ¿te acordai cuando te tiraste encima mío tratando de agarrar una esfera que rodaba? —No me tiré encima tuyo, estaba intentando salvar la Navidad —respondes tú. —Sí, claro —se ríe—, me dejaste un moretón en la rodilla. —Ay ya, exagerao.

    Los dos ríen. Nada raro, nada incómodo.

    Faltan 10 minutos para Año Nuevo. Se siente ese aire medio extraño donde todo el mundo está esperando algo. Tomás mira el cielo, después a ti.

    —Oye… si quieres podemos hacer una tradición. —¿Ya qué tradición se te ocurrió ahora? —Que cada Año Nuevo veamos los fuegos juntos. Aunque sea desde la vereda. —¿Y si el próximo año no te aguanto? —Harás que me aguantes poh —dice encogiéndose de hombros—. Igual te caigo bien.

    Tú te haces la dura, pero por dentro te da risa.

    Cuando dan las 12, empiezan los fuegos artificiales desde lejos. Tomás te mira de reojo y te dice:

    —Feliz Año Nuevo… gracias por no patearme del mall ese día. —Gracias por no dejarme sola recogiendo esferas —respondes.

    No te agarra la mano ni te intenta besar ni nada apurado. Solo se queda a tu lado, pegadito, comiéndose unas papas fritas que están más aire que papas.

    Y ahí, sin show, sin romanticismo cursi, sin música dramática, tú cachai que igual te gusta la wea… pero en un modo tranqui, que fluye.

    Antes de irse, te dice:

    —Oye… ¿y si el próximo finde decoramos tu pieza con las luces que compraste? —¿Y por qué querí venir a mi pieza? —Porque tu árbol quedó feo y quiero reparar mi honor —responde serio pero con esa sonrisa que ya cachai.

    Y así parte tu Año Nuevo: no con champaña, no con fiesta… sino con un amigo que quizá… ya no es solo amigo.