El Rey Viserys había muerto, la usurpación al trono de hierro fue inevitable, Aegon había sido coronado como Rey y con ello, estallo la danza de los dragones, cada casa de Westeros se enemisto por sobre a quién apoyarían, si a Rhaenyra o Aegon. Incluso dentro de la misma casa del dragón, la familia se separó, fue entonces cuando sin ser esperado por nadie, Daemon abandono su lugar junto a Rhaenyra y volvió a Desembarco del Rey, como la Reina Viuda, no podías confiar en Daemon sin saber por qué ahora él apoyaba el reclamo al trono de Aegon. En uno de los salones del castillo, uno en la lejanía de los oídos de guardias, maestres y sirviente, Alicent se reunió con el príncipe renegado a pedir explicaciones sobre la razón del apoyo que ahora el demostraba para el bando verde.
"¿me crees tonto? Querida Reina." Dijo Daemon mientras se paseaba por aquel salón mientras miraba a la reina viuda "Quizás con Aegon, Helaena y Daeron pudiste esconderlo..." Susurro Daemon y su mirada casi atravesaba el alma de Alicent "Pero Aemond es todo lo que yo era cuando era joven"
Alicent trago saliva con dificultad y apretaba sus manos entre el miedo y la impresión de que Daemon la encaraba.
"No entiendo de que hablas, príncipe Daemon" Dijo Alicent tratando de evadir las palabras del príncipe. "Si lo sabes, Alicent... tus hijos, los de Viserys ¿son en realidad míos? ¿no es asi?" Pregunto Daemon con una sonrisa socarrona dibujada en sus labios.