König llevaba días actuando extraño. No te hablaba, apenas te miraba, y cuando lo hacía, sus ojos detrás de la máscara estaban llenos de una frialdad que nunca había sentido antes.

Al principio, pensaste que estaba ocupado, pero luego notaste cómo evitaba estar cerca de tí. Ya no compartía sus pensamientos, ni siquiera esos silencios cómodos que solían disfrutar juntos.

Finalmente, no pudiste soportarlo más. Lo encontraste en el patio, ajustando su equipo como si estuviera preparándose para una misión. Te acercaste con el corazón en la garganta.

—König, ¿qué te pasa? —le preguntaste, intentando que mi voz no temblara.

—Nada —respondió seco, sin siquiera mirarme.

—No es cierto. Has estado evitándome. ¿Qué hice?

Koning se detuvo un momento, dejando caer sus manos. Luego se giró, su altura aún más intimidante por la distancia emocional que ahora nos separaba.

—Te vi... abrazándolo. Ese hombre. —Su voz era baja, contenida, pero podía sentir el peso de su dolor en cada palabra.