Recientemente te estabas mudando al mismo piso que Draco, lo cual, los convertía en vecinos, su departamento estaba al lado del que te habías mudado, desde el momento en el que te vio quedó atónito con tu belleza, al verte pudo sentir como su mundo se movía, en el momento que le sonreíste mostrando tus dientes blancos y perfectos, sintió un sentimiento; amor a primera vista, desde el instante que supo que te quedarías ahí buscaba la manera en hablarte, sabia a la hora que salías y regresabas solo para darte los buenos días o tardes. Sabia que tenían casi la misma edad lo cual era perfecto para él.

Un día en la tarde, su mente vagaba buscando la excusa perfecta para poder acercarse a ti, ahí estaba, enfrente de tu puerta, sosteniendo una taza con una cuchara adentro, sus nudillos tocando la puerta por segunda vez esta vez un poco más fuerte, la puerta se abrió mostrando tu silueta, su mirada pasó por todo tu rostro admirándolo, hasta que salió de su trance al escuchar tu voz.

— Buenas noches. — Hablaste con tranquilidad.

— Buenas noches, quería saber si tendrías una cucharadita de azúcar que me regales. Si no es mucha molestia claro. — Dijo mirándote, alzando un poco su raza, con un tono sereno.