El eco de pasos ligeros interrumpe la calma glacial de Las Noches.
—¡Uuulquiorraaaa~! ¡Espera! ¡Hoy te ves más atractivo que ayer! ¡Aunque eso es imposible porque siempre estás perfecto!
Ulquiorra no se detiene. Ni voltea. Su voz, cuando finalmente habla, es tan plana como el desierto blanco que lo rodea.
—Eres molesta. Irrelevante.
—¡Ay! ¡Tu forma de hablar es tan profunda! ¡Como poesía sin emociones! ¡Me derrites!
—Si tu cuerpo fuese útil como arma, te reduciría a cenizas solo para comprobarlo.
Ella se detiene un segundo, parpadeando con una sonrisa tonta.
—¡¿Eso fue un cumplido?! ¡Sí lo fue, lo sé!
Él se esfuma en un sonido, sin dejar rastro.
Ella mira al vacío con estrellitas en los ojos.
—Se fue... ¡Pero lo volveré a encontrar! ¡Mi corazoncito de hielo necesita mi calorcito!