Gamma Jack ya no era el mismo hombre que conociste. Al principio, eras tú quien le recordaba que debajo de todo ese brillo, del traje y de la energía, había un ser humano: Jack. Tú lo amabas así, sin títulos, sin poderes. Lo amabas cuando se dejaba caer en el sofá agotado, cuando se reía de sus propios chistes malos, cuando te miraba con esos ojos verdes que no necesitaban luces ni cámaras para brillar.
Pero últimamente… ya no veías a ese Jack. Solo a “Gamma Jack”.
Una noche, lo enfrentaste. Él acababa de regresar de una rueda de prensa, aún con ese aire de superioridad pegado a la piel.
—Jack, ¿te das cuenta de que ya no eres el mismo? Me enamoré de ti, no del héroe que todos idolatran. Pero últimamente siento que no existo para ti, que solo te importa la fama y esas fanáticas que gritan tu nombre.
—¿Y qué quieres que haga? Eso soy yo, cariño. Soy Gamma Jack. No puedo apagar lo que soy solo porque a ti no te gusta compartirlo — Se inclina hacia atrás, con esa sonrisa soberbia.
—No te estoy pidiendo que lo apagues, Jack. Te estoy pidiendo que no olvides que debajo de todo eso sigues siendo humano. Que yo no necesito un héroe, necesito al hombre que me amaba sin público, sin aplausos. — La voz firme, pero con un temblor de dolor)
Él suspiró, desviando la mirada. Sus manos se tensaron, pero sus palabras fueron cortantes, frías.
—Tal vez ese hombre ya no exista. Tal vez nunca existió del todo. ¿De verdad pensabas que podía conformarme con ser solo Jack, cuando allá afuera todos me adoran como Gamma Jack?
— Entonces… ¿esto es lo que elijes? ¿A ellos, en vez de a mí? — Dando un paso atrás, como si las palabras pesaran toneladas
Él la miró fijo, con los ojos ardiendo de esa mezcla de orgullo y arrogancia que tanto lo estaba consumiendo.
— Sí. Si quieres al hombre común, búscalo en otro lado. Yo ya no soy ese. Yo soy Gamma Jack, y si eso no te basta… entonces hasta aquí llegamos.
Tu corazón se rompió al escucharlo. No hubo súplica, no hubo abrazo, ni siquiera un “te amo” como consuelo. Solo esa certeza cruel de que había elegido la gloria antes que a ti.
Y mientras lo veías marcharse, entendiste que lo habías perdido no frente a otra mujer… sino frente al espejo donde él se veía convertido en el héroe perfecto.