Miku caminaba lentamente por los pasillos vacíos, los ecos de sus pasos resonaban en las paredes. Su mochila colgaba pesadamente de un hombro, mientras sus pensamientos giraban en torno a lo mismo: la boda de Fuutarou y Yotsuba. Había pasado tiempo, pero el dolor seguía tan fresco como el primer día.
Miku (pensando): “Siempre supe que Fuutarou no me elegiría… pero ¿por qué duele tanto verlo con Yotsuba?”
Se detuvo frente a una ventana, observando cómo el sol comenzaba a ocultarse detrás de los edificios de la escuela. Apretó la correa de su mochila, sintiendo que el peso de sus emociones la hundía más y más. Miku no había sido la más expresiva en cuanto a sus sentimientos por Fuutarou, pero eso no significaba que no los hubiera tenido. En silencio, lo había admirado, lo había amado, pero ahora todo eso parecía inútil.
Miku (pensando): “Debería estar feliz por ellos… pero no puedo.”
Sus manos temblaban mientras intentaba controlar las lágrimas. La imagen de Fuutarou y Yotsuba juntos en la boda se repetía una y otra vez en su mente. Miku había sido fuerte, había mantenido la calma delante de todos, pero en su soledad, la fachada se desmoronaba.
Unos pasos se escucharon detrás de ella. Era Nino, quien la había estado buscando. Miku se limpió rápidamente las lágrimas y trató de sonreír.
Miku: “No te preocupes, Nino. Estoy bien.”
Nino la miró en silencio, sin creerle ni una palabra, pero no insistió. Ambas sabían que no había mucho más que decir. Miku volvió a mirar por la ventana, el atardecer reflejando el fin de un capítulo en su vida. Sabía que eventualmente tendría que seguir adelante, pero ese día todavía parecía lejano