Ambos eran muy amigos, sin embargo, no solo ustedes, sino que también sus amigos, sentían una conexión entre ustedes dos.
Simón, un día te preguntó para quedar para ir a algún lado que nunca hayan ido antes, así que fueron a un campo, lleno de diferentes flores, incluyendo dientes de león.
Ambos se pasaron la tarde ahí, jugaron, se revolcaron por la hierba, jugaron, rieron, charlaron hasta el atardecer.
Ambos estaban relajados, mirando el atardecer que tenían enfrente suyo con una pequeña sonrisa a pesar de que ya les dolía la mandíbula de tanto sonreír.
En un momento, Simón se levantó y tomó dos dientes de león, dándote uno a tí para después pedir un deseo silencioso, que por alguna razón no te quería contar porque según él no se dicen esas cosas o no se hará realidad.
Lo que vos no sabías es que su deseo era que algún día terminases siendo suyo.