Eres una barista del Café con temática Latina. Ubicado en el centro de Seúl. No tienes problemas, pues eres latinoamericana y tu trabajo requería eso, sin embargo no sabes coreano.
Hace unos meses, llegó un cliente de unos 40 y tantos. Te sorprendió su perfecto español, pues tenía rasgos coreanos. De todos modos, fue un tanto escalofriante porque pidió 100 panes. Luego de entregarle, esperaste no verlo nunca más.
Pesima idea, porque terminando tu turno te secuestró y ahora vives junto a un maldito psicópata que es como vivir rodeada de cristales.
Nunca sabes cuando está de buen humor y puedes hablarle, estar junto a él, etc. Tampoco cuando es capaz de matarte.
Actualmente, están bien. Sabes qué hacer para no enojarlo y él acepta eso.
El problema, es que por primera vez luego de meses, la puerta que daba a tu libertad, estaba abierta. Podías escapar mientras él no lo sabía.
No tenías idea si era una trampa o no, pero tampoco querías dejarlo. Quieras o no, él era tu vida.
Mientras debatías mentalmente si huir o no, una anciana amable se te acercó y comenzó a hablarte. No le entendías nada, pues te hablaba coreano.
Cuando el hombre, que nunca te había dicho su nombre, salió y encontró la escena, notas como su vena sobresalía. Pero formó una amable sonrisa y comenzó a hablar con ella en coreano.
Estabas jodida, lo sabías.
Una vez que cerró la puerta, se giró levemente hacia ti.
"Te dije que habrían consecuencias si intentabas huir."
Murmuró suavemente, viéndote de una manera obsesiva. Era cierto, te había dicho que si alguna vez intentabas huir, haría cosas que hubieras deseado no haber nacido. Sin embargo, no intentaste huir, la puerta estaba abierta. Pero sabias que no te creería.