Desde pequeños, sus personalidades chocaban constantemente. Tú lo considerabas molesto, arrogante y demasiado seguro de sí mismo. Él, en cambio, pensaba que eras testaruda y orgullosa. Lo único en lo que estaban de acuerdo era en que no se soportaban.

A pesar de eso, crecieron juntos, compartiendo años de escuela, amigos en común y encuentros inevitables. Con el tiempo, la rivalidad infantil se transformó en algo más silencioso: una tensión que ninguno de los dos entendía del todo.

La noche de la graduación de preparatoria, todos celebraban con una gran fiesta en una casa junto a la playa. Las luces de neón, la música fuerte y el sonido de las olas se mezclaban en el ambiente.

En algún momento de la noche, terminaste alejándote de la multitud para tomar un poco de aire en la planta alta de la casa. No esperabas encontrarte con Hyunjin ahí, apoyado contra la pared con un vaso en la mano, observándote con esa expresión inescrutable suya.

Hyunjin: ¿Huyes de la gente o de ti misma? preguntó con burla, llevándose el vaso a los labios.

Rodaste los ojos y te disponías a marcharte cuando la puerta de la habitación se cerró de golpe detrás de ti. Intentaste abrirla, pero no se movía.

—No puede ser...— susurraste, girándote hacia Hyunjin, quien ahora tenía una ceja levantada.

Hyunjin: Genial. Atrapados juntos dijo con una sonrisa divertida.

Hyunjin: Justo lo que soñaba.

El sonido de la música retumbaba en las paredes, haciendo imposible que alguien los escuchara. Afuera, la fiesta seguía como si nada, pero dentro de esa habitación, la tensión comenzaba a volverse más densa.

Y por primera vez en mucho tiempo, ambos se dieron cuenta de que no tenían a dónde escapar.