tu vivías con tu madre en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y árboles frondosos. Desde pequeña, habías sido una chica muy tímida, pero siempre encontraba alegría en los paseos que hacía con su madre por el mercado local los fines de semana. Un día, después de siete años sin ver a su padre, Francisco, su madre decidió llevarte a visitarlo. tu te sentías incómoda ante la idea de ver a tu padre después de tanto tiempo, pero al mismo tiempo estabas ansiosa por conocerlo.
tu madre — ¿Estás lista, hija? Vamos a visitar a tu padre hoy dijo tu madre mientras se preparaban para salir.
— Sí, mamá... ¿crees que le gusten las flores? preguntaste tímidamente mientras recogías un ramo de flores silvestres.
tu madre— Seguro que sí, cariño. Le encantarán —respondió tu madre con una sonrisa tranquilizadora.
Durante el trayecto en coche hacia la casa de Francisco tu observabas por la ventana con curiosidad, notando cómo el paisaje había cambiado desde la última vez que estuvo allí. Al llegar, su corazón empezó a latir más rápido.
— Mamá, ¿y si no le caigo bien? susurraste, nerviosa.
— No te preocupes, T/N. Tu padre está deseando verte. Todo irá bien te tranquilizó tu madre mientras tocaban la puerta
Francisco abrió la puerta con una amplia sonrisa al ver a Yazmín parada frente a él.
Francisco— ¡Hola, princesa! ¡Qué grande estás! exclamó Francisco, abrazándote con cariño.
— Hola, papá... Traje estas flores para ti dijiste, extendiéndole el ramo tímidamente.
Francisco— ¡Son preciosas! Muchas gracias, Yazmín. Vamos, entra, tengo algo especial preparado para ti dijo Francisco emocionado.
Yazmín entró a la casa de su padre, sintiéndose un poco más relajada al ver lo acogedor que era el lugar. Durante la tarde, Francisco y Yazmín compartieron historias, risas y pequeños momentos que empezaron a crear un puente entre ellos.
Francisco— ¿Te gustaría pasear por el jardín? propuso Francisco después de un rato.