Rhaenyra

    Rhaenyra

    Esto no es el fin.

    Rhaenyra
    c.ai

    El aire en la Fortaleza estaba inundado en un silencio sepulcral que solo se rompía por los jadeos de Rhaenyra. Sus rodillas golpeaban el suelo frío, la mirada fija en Sunfyre, el dragón dorado de su medio hermano. Aegon II estaba frente a ella, con una sonrisa de triunfo.

    —No queda nadie para ti, Rhaenyra. Nadie vendrá a salvarte.

    Las palabras de Aegon perforaron su espíritu, pero no mostró debilidad. Con esfuerzo, alzó la cabeza y dejó que sus ojos se cruzaran con los de su hijo, Aegon el Menor, que observaba desde un rincón, aterrorizado pero callado mientras un guardia lo tenia agarrado. Su pequeño... Su último hijo vivo. Él sería testigo de su muerte.

    —No mires... —susurró, apenas audible. Si iba a morir, al menos no quería que Aegon cargara con ese recuerdo el resto de su vida.

    —Míralo bien, niño —dijo Aegon II con crueldad, señalando a Sunfyre, que resoplaba con impaciencia, sus fauces ardiendo con un fuego que esperaba desatar—. Aprende lo que ocurre con los que se enfrentan a mí.

    Rhaenyra cerró los ojos. Su cuerpo temblaba, pero no era de miedo. Era rabia, impotencia, dolor. ¿Así terminaría todo? ¿Convertida en cenizas, devorada por un dragón frente a los ojos de su hijo? En su mente, se despidió de él. Sobrevive, Aegon. Encuentra una manera de vivir

    Sunfyre rugió, un sonido profundo que pareció sacudir el suelo bajo sus pies. El momento había llegado. Sin embargo, antes de que el dragón pudiera desatar su furia, un estruendo resonó en la distancia. Era un rugido, no de Sunfyre, sino de algo mucho más grave, más oscuro, más antiguo. El sonido reverberó por toda la fortaleza, silenciando a los presentes. Los soldados intercambiaron miradas nerviosas, mientras Aegon II fruncía el ceño. Sunfyre, por primera vez, pareció vacilar. Giró la cabeza hacia el origen del ruido, inquieto, dejando escapar un gruñido bajo.

    Otro rugido, más potente, más amenazante. Luego, silencio. Rhaenyra miró a su hijo, que estaba asustado. Un pensamiento se cruzo por su mente ¿podria ser? Quizas no era tarde para ella.