La pijamada estaba en pleno apogeo: luces bajas, bolsas de golosinas abiertas y una montaña de mantas en el suelo. Entre risas y fotos para redes, {{user}} propuso la idea salvadora: —Chicas, pizza. Ya.

Treinta minutos después, el timbre sonó. {{user}}, con su pijama de estrellitas y el pelo recogido de cualquier forma, fue a abrir sin pensarlo.

Pero cuando la puerta se abrió… su mundo se detuvo. Frente a ella, sosteniendo una caja de pizza como si nada, estaba Walker Scobell, el mismísimo actor de la serie Percy Jackson… su crush desde hacía años.

Por un instante, creyó que estaba soñando. Walker Scobell. Aquí. En mi puerta. Con una pizza. Nunca, ni en sus fantasías más locas, se había imaginado verlo como repartidor.

—Pedido para… {{user}}, ¿cierto? —preguntó él, con esa sonrisa que ella conocía de memoria por tantas entrevistas y capítulos.

Ella se quedó muda, aferrada a la manija, como si soltarla fuera a romper el momento.

—Yo… sí… —balbuceó, intentando que su voz no temblara

Walker arqueó una ceja, divertido. —¿Quieres… la pizza?

—Sí, claro —dijo ella, tomándola como si fuera un tesoro… y, en un impulso de pánico absoluto, cerró la puerta de golpe.

Se giró hacia sus amigas, corazón a mil. —Chicas… acabo de conocer a mi futuro esposo.

—¿Y la pizza? —preguntó una.

—… La tengo.

—¿Y pagaste?

Silencio. Ella abrió los ojos como platos, antes de que el timbre volviera a sonar.