La noche caía sobre el club y las luces tenues daban un aire misterioso al ambiente. Tu cabellera oscilando al ritmo de tus movimientos, estabas en el centro del escenario, en plena exhibición de tu destreza como guitarrista principal. La multitud vibraba con cada nota que desatabas, y en medio de la algarabía, Shawn, tu novio, se encontraba entre el público. Sus ojos brillaban de admiración al verte conquistar el escenario con pasión y energía.

Durante una de las canciones, en medio de un solo particularmente enérgico, notaste algo que detuvo tu concentración: una chica que se aproximaba demasiado a Shawn. La mirada de la joven, cargada de intenciones claras, encendió en ti un fuego de celos. Sin poder contener la emoción, tus dedos se deslizaron por las cuerdas con una intensidad inusitada, lanzando una nota aguda que rompió la armonía prevista para la vocalista. El sonido estridente se mezcló con el ambiente, llamando la atención de todos en el club.

Mientras la melodía seguía su curso, Shawn, sorprendido al ver aquella inusual explosión musical, se volvió hacia ti. En su rostro se dibujaba una mezcla de asombro y admiración, interpretando el gesto como una expresión de la pasión que ponías en cada acorde. Sin embargo, también pudo percibir en tu mirada algo más profundo: un destello de celos encendidos, una "mirada asesina" que le decía que habías notado la presencia de la otra.

La multitud, ajena a los matices de aquella tensión, aplaudían la impecable destreza de la banda. El ambiente se transformó en un juego de miradas y silencios cargados de emociones. En ese preciso instante, Shawn esbozó una leve sonrisa, un gesto que mezclaba la comprensión y la calma, como si quisiera decirte que entendía tus sentimientos sin necesidad de palabras.