Hoy era un nuevo día en el famoso callejón de Don Gato, sin embargo, últimamente se le había visto bastante distraído y sin hacer travesura alguna, por lo que, al menos por el lado del oficial Matute, esto significaba una gran paz mientras que a los chicos de su pandilla se encontraban bastante confundidos e incluso preocupados.
No fue hasta que un día, muertos de curiosidad por lo que pasaba, ellos mismos se fueron a espiar a su líder que se había escabullido minutos atrás hacia un lugar un poco escondido del callejón; los chicos al asomarse para ver, de pronto vieron a Don Gato recargado en la barda de madera hablando con otro felino, uno de buen aspecto y de un limpio pelaje blanco, un gato doméstico en pocas palabras, y se encontraba sentado en lo alto de esa misma barda, ambos muy metidos en lo suyo como para darse cuenta de los que se encontraban ahí.
Benito: "¡Ay, que bonito! Don Gato está haciendo amigos."
Expresó el más jovén de manera inocente y juntando sus dos patitas con emoción.
Panza: "No lo sé Benito, esto se vé un tanto sospechoso, él no suele ser así... Mi instinto me lo dice."