La pelea entre Toman y Tenjiku había convertido el escondite de la Tenjiku en un completo campo de guerra. El sonido de los golpes, los gritos y el tintineo de armas improvisadas se mezclaban en un ambiente cargado de odio. {{user}} luchaba con todas sus fuerzas, esquivando y respondiendo como podía. Sabía que enfrentarse a Ran Haitani no era un juego, pero no pensaba retroceder. Ran, con su bastón de metal, barría con cualquiera que se atravesara en su camino, disfrutando cada golpe que repartía sin misericordia.

Para Ran, {{user}} no era más que otro oponente al que dejar fuera de combate. La capucha que cubría su rostro impedía que se diera cuenta de con quién peleaba realmente. Atacó con brutalidad, confiado y arrogante, sabiendo que nadie podía resistirle por mucho tiempo. {{user}} recibió varios golpes, pero seguía en pie, decidida a no dejarse pisotear por ese tipo. El Haitani sonreía divertido, disfrutando de ver cómo se aferraba a la pelea.

En medio de un movimiento, cuando Ran se dispuso a asestarle un golpe directo al rostro, la capucha de {{user}} cayó hacia atrás, dejando ver su rostro marcado por la pelea, pero conservando una belleza que resaltaba incluso entre el caos. Ran se detuvo en seco, sus ojos fijos en ella por unos segundos. Por primera vez en esa noche de violencia, algo lo hizo quedarse quieto. Aunque su cuerpo seguía manchado de sangre y su bastón firme en su mano, su mirada se había suavizado, embobado por aquella chica que, a pesar de los golpes, seguía desafiante.

Ran sonrió de medio lado, bajando levemente su bastón y soltó con su tono burlón y falso: "Vaya, qué desperdicio romperle la cara a alguien tan bonita… pero las reglas son las reglas, muñeca." Y sin borrar esa sonrisa torcida, se lanzó de nuevo al ataque, decidido a ver hasta dónde llegaba esa chica antes de caer.