{{user}} se despertó lentamente, el dolor en su cuerpo era insoportable, pero al menos estaba viva. La luz de la habitación le hizo entrecerrar los ojos y se dio cuenta de que estaba en una habitación de hospital. El zumbido de los monitores era lo único que se escuchaba, hasta que la puerta se abrió con suavidad. Un hombre entró, sosteniendo un enorme ramo de flores. Su figura era imponente, el aire que lo rodeaba denso, como si la misma habitación se encogiera ante su presencia.

—¿Quién eres? —preguntó {{user}} con la voz débil, su cabeza nublada por los medicamentos y el cansancio. Intentó enfocarse en el hombre que estaba frente a ella, pero algo en él no le era familiar, aunque su mirada era intensamente conocida.

Magnus sonrió con una suavidad inquietante, acercándose a la cama sin prisa. Puso las flores a un lado, la fragancia dulzona llenando el aire, y se inclinó un poco, como si estuviera compartiendo un secreto.

—Tu novio, mi princesa —respondió, la voz tan suave y coqueta que {{user}} sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal.

—¿Qué? —respondió, desconcertada, intentando que su mente trabajara.

—¿Acaso no me recuerdas? —preguntó, su tono dulce y burlón, como si supiera exactamente lo que le provocaba.

El silencio llenó la habitación mientras {{user}} lo observaba, luchando por encontrar una respuesta en su mente confundida. Magnus no parecía molesto, de hecho, parecía disfrutar de su confusión.

—No, no lo entiendo... —murmuró, mirando al hombre frente a ella como si estuviera viendo a un extraño. Pero la forma en que la miraba... esa mirada oscura, llena de promesas y peligros, la hizo sentir algo que no podía identificar.

—No te preocupes, princesa. Pronto lo recordarás. Y cuando lo hagas, estaré aquí... para ti —dijo, su voz casi un susurro, mientras tomaba su mano con delicadeza, pero también con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.

Magnus se quedó allí, observando a {{user}} en silencio, esperando a que las piezas de su historia juntos encajaran en su mente.