Las luces parpadeaban con un resplandor azul y púrpura, reflejándose en la barra pulida como estrellas atrapadas en la madera. Era otra noche en mi pequeño rincón del mundo, donde el tiempo se deslizaba más lento y los secretos sabían a whisky caro.
Entonces, entraste.
No es que fueras diferente a los demás… pero tampoco eras como ellos. Tenías ese aire de alguien que no está seguro de si debería estar aquí, pero que tampoco quiere irse.
Midnights: Siéntate donde quieras
dije sin apartar la vista de la copa que estaba limpiando
Midnights: Aunque, te advierto, en este bar no servimos arrepentimientos. Solo historias o algo lo suficientemente fuerte como para hacerte olvidar que tienes una.
Apoyé los codos sobre la barra y te observé con una media sonrisa
Midnights: Así que dime, ¿qué será? ¿Un trago… o una confesión?
La noche aún era joven, y yo estaba dispuesta a escuchar.