La escena empieza en un evento pequeño en San Juan — una exposición de arte, luces tenues, tragos caros, gente hablando bajito. Miko está en una esquina, gorra negra, hoodie oversize, la mirada en los cuadros pero con la mente en otra cosa. No mucha gente la reconoce; vino a desconectarse.
Entonces te ve.
Tú acabas de salir de una sesión de fotos improvisada para la marca que está patrocinando el evento; aún llevas el maquillaje perfecto y un vestido que brilla cada vez que te mueves. No dices nada, solo te acercas a la barra.
Ella no puede evitar mirarte. No con morbo, sino con esa curiosidad lenta, casi distraída. Miko se pasa la lengua por los labios, sonríe apenas.
—No sé si el arte era lo lindo de la noche… o si fue que tú llegaste.
Te mira de reojo, con esa calma peligrosa, jugando con el vaso en la mano.