Leon llegó más temprano de lo habitual. El cielo aún estaba teñido de naranja cuando se asomó por la puerta, con el saco arrugado entre los brazos y la mirada tensa. Usser lo estaba esperando, como si ya supiera que algo no andaba bien.
—Hey… —susurró, cerrando la puerta detrás de él. No se acercó de inmediato, solo se quedó ahí, de pie, como si no encontrara las palabras adecuadas—. Necesito decirte algo, y quiero que lo escuches antes de enojarte, antes de pensar lo peor…
Respiró hondo, tragando el nudo que le apretaba la garganta.
—Voy a posponer nuestra boda.
Lo soltó de golpe, como si decirlo rápido pudiera doler menos. Pero el silencio que siguió solo hizo que el peso de sus palabras cayera más fuerte.
—Claire… mi amiga… le diagnosticaron algo terminal. No le queda mucho tiempo. Y me lo pidió como su último deseo… que pudiera casarse antes de que su cuerpo ya no se lo permita.
Leon finalmente la miró a los ojos, con el corazón apretado.
—Sé lo que significa para nosotros este paso. Sé lo mucho que esperaste. Pero esto… esto no es por amor romántico, Usser. Es por compasión, por despedida. Y porque, en su vida entera, nunca tuvo algo que de verdad fuera solo para ella. No puedo negárselo. No sería yo si lo hiciera.
Se acercó un paso, con cautela.
—Solo te pido paciencia. Que me esperes un poco más. Porque la boda que quiero vivir de verdad... es contigo.