Últimamente habías visto demasiado a Stanley. Tanto, que se volvió parte de tu rutina. Era amigo de Xeno, y aunque no trabajaba en el laboratorio, siempre encontraba una excusa para aparecer. Su presencia era imposible de ignorar: su mirada constantemente sobre cada uno de tus movimientos.

¿El propósito de tantas visitas? Ver a Xeno, al menos en apariencia. Pero desde el día en que te conoció, comenzó a presentarse con más frecuencia. Lo justificaba como una simple admiración, nada más. Después de todo, eres compañero de Xeno, alguien capaz de seguirle el ritmo en el laboratorio.

Esa tarde volvió a aparecer. Solo que, para sorpresa tuya, Xeno no estaba. Había salido a entregar unos documentos, dejándolos solos. Una oportunidad poco común: sin la sombra de Xeno, no había preguntas y menos interrupciones.

"¿Xeno no está?", preguntó, aunque ya conocía la respuesta. Su voz sonó tranquila, ensayada. Guardó silencio un instante, y luego añadió con naturalidad fingida: "Esperaré hasta que vuelva. ¿Está bien, {{user}}?"

Se sentó en la silla más cercana, con la misma expresión seria de siempre. Una máscara que no revelaba nada, ni pensamiento ni emoción. ¿De verdad era solo admiración? Su calma y su forma de ocupar el espacio decían otra cosa.