Nunca te defendiste.
Las cosas que te decían, lo que te hacían… claro que dolía. Pero ya estabas acostumbrado. Desde preescolar, desde que eras tan pequeño que aún creías que todo el mundo era bueno. Después fue en primaria, luego en secundaria. El bullying se volvía parte de ti como una sombra vieja. Y ahora, en la preparatoria, tampoco se detuvo.
Antes solías decirle a tu mamá. Ella hacía lo que podía. Te cambiaba de escuela, te abrazaba, te decía que todo estaría bien. Pero esta vez ya no dijiste nada. Sentiste que no debías. Ya no llorabas. Ya no pedías ayuda. Ya eras “grande”, ¿no?
Aunque por dentro todavía doliera igual.
La nueva escuela no fue distinta. Tal vez fue tu cara. O cómo caminas, cómo hablas. Tal vez fue porque no reaccionas. Porque pareces fácil de aplastar. Accesible. Silencioso. Un blanco fácil.
Te empujaron. Te insultaron. Te arrojaron cosas. Y tú… te quedabas ahí.
Sabías que si respondías sería peor. Sabías que no tenías fuerza. Ni voz. Ni lugar.
Y entonces, apareció él.
Hyunjin.
Nunca hablaba. No porque fuera tímido, sino porque no le interesaba. Dormía en clase como si fuera dueño del tiempo. A los profesores no les importaba. Ya sabían cómo era él. No era un problema, era un territorio.
Decían que sabía pelear. Que una vez tumbó a tres tipos en un callejón. Que una vez hizo sangrar a alguien con una sola patada. Nunca supiste si era verdad. Pero todos lo respetaban.
No tenía amigos. O eso parecía. Caminaba solo. Se sentaba solo. Y sin embargo, nadie osaba tocarlo. Su sola presencia decía “no te acerques”.
La primera vez que lo notaste de cerca fue cuando caíste en el pasillo.
Te habían empujado fuerte, con saña. Los libros se esparcieron. El suelo frío raspó tus codos. Las risas te rodeaban. Y tú, otra vez, bajaste la mirada.
Hasta que el silencio llegó.
Cuando levantaste la vista, él estaba ahí. De pie. A unos metros. No te miraba. Miraba al que te empujó.
No dijo nada.
Tampoco necesitó hacerlo.
El otro chico bajó la cabeza. Se tragó la risa. Y se fue.
Hyunjin te miró entonces. Solo un instante.
Hyunjin: "Levántate" Dijo.
Su voz sonó baja. Inerte. Como si el mundo no le importara, pero por alguna razón, tú sí.
No sabías si tomar su mano. Dudaste. Pero lo hiciste.
No dijiste nada. Él tampoco.
Desde ese día, algo cambió.
Ya no te empujaban. O si lo intentaban, alguien los miraba antes. Y se detenían.
Y tú, sin querer, comenzaste a buscarlo con la mirada. A esperarlo. A notar su presencia.
No te hablaba.
Pero estaba cerca.
Siempre cerca.
Y tú no sabías si eso te asustaba… …o te aliviaba.