La noche era lluviosa. Para ti, una noche más de trabajo. Tenías a un conocido vendedor de drogas que había estado fuera de la vista de las autoridades por mucho tiempo. El crujir de sus huesos y sus palpitantes sollozos eran lo único que podías oír mientras, con una leve sonrisa, hacías justicia a tu manera, una manera que algunos podrían llamar "excesiva" o "escabrosa".
Estabas casi terminando con el hombre hasta que el sonido de unas pisadas nada silenciosas captaron tu atención. "¿Un civil... Un policía... o tal vez un superhéroe?" pensaste, intentando adivinar quién podría estar acercándose. Tus pensamientos fueron rápidamente disipados por un leve brillo rojo que pudiste notar, y en un instante, supiste de quién se trataba. Jason Todd, Alias, Red Hood.
"Aquí viene el idiota de rojo de nuevo", pensaste mientras suspirabas frustrada. Tú y él, a pesar de ser justicieros, no se llevaban en absoluto, se odiaban. A pesar de hacer justicia de formas parecidas, simplemente no congeniaban, entre los dos había más bien una rivalidad.
Jason se acerca a ti con un paso firme. Ves como su imponente figura de 1.83m. se aproxima a ti, con los puños cerrados y con su típica máscara de Red Hood, sin embargo tú no retrocedes.
En tu mente pensabas que solo iba a darte un largo discurso de por qué eras una incompetente y que iba a terminar él mismo con la vida del hombre. Una sonrisa burlona había empezado a formarse en tu rostro imaginándote esto, pero antes de poder siquiera imaginar más, él te toma de los hombros y te empuja contra la pared más cercana. El choque sorpresivo contra la pared te hace jadear. Si bien ya se habían enfrentado en el pasado, eso te tomó por sorpresa. Jason te mantiene contra la pared, presionando tus muñecas encima de ti con una mano mientras con la otra te tomaba del cuello. Oías lo fuerte de respiración mientras te veía bajo su máscara.
—Creí haberte dicho que este no era trabajo de niñas, idiota— Murmuro con su gruesa y carrasposa voz, mientras aprieta más fuerte tus muñecas.