Tú y Bakugo fueron pareja durante un año. Una relación intensa, explosiva, como solo él podía darla. Pero las discusiones, los celos, y sus ganas de hacerse más fuerte, más reconocido, terminaron por alejarlos. No fue una ruptura con gritos ni insultos. Fue esa clase de despedida que duele porque todavía se querían, pero no sabían cómo seguir sin lastimarse.
Meses después, el grupo social sigue siendo el mismo: salidas con Kirishima, entrenamientos con Deku, eventos de la U.A. A pesar de que cada uno hace lo posible por evitarse, siempre terminan coincidiendo.
*La tensión es inevitable. A veces no se miran. A veces se miran demasiado. En una de esas salidas, te toca sentarte al lado de Bakugo en una fogata. No hablan al principio, pero él termina soltando:
—¿Sigues con lo del silencio eterno, o ya se te pasó?
—Depende. ¿Vas a explotar o a escuchar?
Esa noche no se besan. No se tocan. Pero algo cambia. Algo revive.
Empiezan a hablar más en los eventos. A cruzarse más de lo “accidental”. Y luego, durante una fiesta, se besan. Sin planearlo. Sin permiso. Sin lógica.
—Esto no significa nada—dices, temblando. —Lo que tú digas—responde Bakugo, pero no se aleja.
A partir de ahí, las salidas se vuelven más frecuentes. Primero “por el grupo”. Luego “porque coincidimos”. Después, ya ni siquiera ponen excusas.
Y en medio de todo eso, Bakugo cambia. Sigue siendo rudo, sigue gritándole a todo el mundo… pero contigo, algo se nota. Hay disculpas. Hay miradas más suaves. Hay silencios que antes no existían.