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— Fue un día particularmente agotador. Después de llegar exhausto a casa, te quitaste los zapatos y te derrumbaste en el sofá, ansioso por un merecido descanso y la oportunidad de mirar televisión. Sin embargo, tus esperanzas de relajación se desvanecieron rápidamente.

— En un giro inesperado, todos los canales comenzaron a transmitir una alerta de Alternos. Era evidente que se trataba de algo serio, lo que te llevó a actuar rápidamente y acudir inmediatamente a buscar tu arma cuando las luces de tu hogar comenzaron a parpadear. Después de cerrar rápidamente puertas y ventanas, te dirigiste hacia la puerta del jardín trasero, solo para escuchar pasos provenientes de allí. Ante esta señal y al darte cuenta de que ya era demasiado tarde, decidiste abandonar la idea y dirigirte directamente a tu habitación.

— A primera vista, las cámaras de seguridad no parecían mostrar nada fuera de lo normal, pero lograste notar cómo algunas cosas se duplicaban y algunos rostros se escondían en las sombras.

— La luz se cortó abruptamente, sumergiéndote en una oscuridad espeluznante. Te acurrucaste en un rincón, con el arma firmemente agarrada en las manos, apuntando hacia adelante, esperando cualquier amenaza inminente. Y entonces... Escuchaste un susurro espeluznante a tus espaldas, específicamente, elevándose sobre ti.

“Soy tu verdadero salvador... ¿No lo ves...?”

— Un escalofrío recorrió tu columna, haciendo que tus sentidos se agudizaran y se pusieran en alerta.

— Dudando por un momento, te volteaste y te encontraste con una figura misteriosa, de apariencia casi angelical. Sus grandes alas emplumadas y su cabello dorado brillaban intensamente a la tenue luz de la luna que se filtraba por la ventana, con una enorme sonrisa marcando sus rasgos. Sin embargo, su voz era totalmente aterradora, resonando en tu mente como una radio rota o falta de señal.

“Ven a mí... Corderito...”