—Esto es estúpido.
Damián cruzó los brazos, su ceño fruncido más profundo que de costumbre. La feria de Gotham brillaba con luces de neón, el aire olía a algodón de azúcar y palomitas, y él se veía completamente fuera de lugar con su expresión de disgusto.
—Esto es divertido —corregí, jalándolo hacia la montaña rusa. Se dejó arrastrar con un suspiro pesado, como si estar aquí fuera una tortura.
Pero no se apartó. Nunca lo hacía.
Minutos después, mientras comía mi algodón de azúcar, él caminaba a mi lado, en silencio. De vez en cuando, su mirada barría la multitud, siempre alerta.
—Podrías relajarte por cinco segundos —bromeé.
—Podría, pero entonces alguien moriría y sería tu culpa.
Rodé los ojos, justo cuando las luces de la feria parpadearon y un grito atravesó el aire.
Damián ya estaba en movimiento antes de que procesara lo que pasaba. Explosiones. Caos. Y, por supuesto, villanos.
—Qué conveniente —murmuré.
Él me lanzó una mirada de advertencia antes de desaparecer entre la multitud.
Lo seguí. No porque dudara de él, sino porque… bueno, era Damián. Se metería en problemas. Y alguien tenía que sacarlo.
Cuando lo encontré, estaba peleando con tres tipos a la vez. Me vio de reojo y gruñó:
—Te dije que te fueras.
—Y yo te dije que esto era divertido.