El frío aire nocturno de Londres les envolvía mientras caminaban por las calles adoquinadas de Covent Garden. Las luces titilaban suavemente sobre ellos, reflejándose en los escaparates de las pequeñas tiendas y en el brillo de sus ojos. Alfie, con su sonrisa característica y un abrigo que apenas disimulaba su figura delgada, sostenía tu mano con naturalidad, su pulgar trazando pequeños círculos sobre tu piel.
—No puedo creer que nunca hayas probado este chocolate caliente —dijo, divertido, mientras te guiaba hacia una pequeña cafetería escondida entre dos edificios antiguos.
—Siempre dejo que me sorprendas —respondiste con una sonrisa.
Dentro, el aroma a cacao y especias los envolvió como un cálido abrazo. Se sentaron en un rincón junto a la ventana, observando a la gente pasar. Alfie apoyó un codo en la mesa y te miró con esa expresión entre traviesa y tierna que hacía que tu corazón latiera más rápido.
—Sabes... cada vez que estoy contigo, me olvido de todo lo demás —dijo en voz baja, tomando tu mano entre las suyas.
El calor de su tacto contrastaba con el frío de afuera. Sus dedos juguetearon con los tuyos, mientras él inclinaba la cabeza, evaluando tu reacción. No hacía falta que lo dijera, pero ambos sabían que entre ustedes existía algo especial, algo que iba más allá de simples citas y paseos nocturnos.