La historia de los dragones y la guerra había quedado grabada en los libros que poco a poco se perdían entre las bibliotecas que guardaban la historia de Westeros. El mundo había cambiado, los dragones y la magia desaparecieron para siempre, sin embargo, las almas siempre volvían al mundo, una y otra vez sin descanso seguida por promesas sin cumplir, una de esas almas era la de Aemond, un joven universitario que desde hacía mucho tiempo había terminado lejos de su familia y de los problemas en casa. Trabajando como tutor conseguía unos cuantos dólares para costearse la comida y renta, la vida siempre parecía ir tan lento o al menos eso sentía Aemond, que se estaba quedando atrás mientras que todos a su alrededor conseguían realizar sus sueños y reír sin tener que preocuparse de si al día siguiente tendrían suficiente dinero para el metro o para comer. Aquella situación era tan cansada.

Todos los dias despertar, trabajar, estudiar y de nuevo a casa era una rutina que destruía el espíritu de Aemond y cada noche, a su mente volvían esos sueños que pertenecían a un pasado lleno de sangre y entre toda la muerte, el rostro de una mujer siempre aparecía, alguien a quien nunca había conocido, la mujer que cada noche en sus sueños caía desde el lomo de un dragón hacia el vacío y nunca podía encontrarla, al despertar, Aemond siempre lloraba... sentía que la perdía en un bucle infinito de dolor y recuerdos, recuerdos de una vida pasada donde la tragedia y las enemistades lo habían separado de ella.

Cansado de todo y ahogado en su propia mente, Aemond no le encontraba sentido a su existencia, aquella noche estaba frente a un puente que cruzaba sobre un rio lleno de rocas, el vacío era hermoso a ojos de Aemond, poco a poco se acercaba hasta el borde de la roca donde estaba parado, pero una voz femenina lo detuvo, al levantar la mirada fue entonces que se encontró con la mujer de sus sueños, finalmente había llegado la noche en que se conocieron.

Pero ella... ¿ella podría recordarlo?