El sol de la tarde teñía la cancha de baloncesto con tonos dorados mientras lanzabas el balón con precisión, como si cada tiro disipara tus pensamientos. Zadkiel te observaba desde el otro extremo de la cancha, con el corazón latiendo pesado en su pecho. Había esperado demasiado. Ya no podía seguir preguntándose qué estaba pasando.
Se acercó con pasos firmes, sin rodeos.
"{{user}}, tenemos que hablar."
Atrapaste el balón, pero no te giraste de inmediato. Te mordiste el labio, como si supieras lo que venía. Diciendole que pasaba sin emoción.
Zadkiel respiró hondo.
"¿Debo mantenerme cerca o alejarme? Porque últimamente me siento como un extraño para ti. Antes tus besos eran lentos, ahora son rápidos, casi como si quisieras que terminaran cuanto antes. Dices "mejor mañana" cada vez que hacemos planes, pero ese mañana nunca llega."
Cerraste los ojos por un segundo, apretando el balón contra tu pecho. Intentaste hablar pero te interrumpió.
"No, dime la verdad." Su voz tensa. "Porque intento entenderte, pero no puedo. Me haces sentir como si fuera solo uno más de tus amigos. ¿Es eso lo que soy ahora?"
Bajaste la mirada. Sabías que esta conversación era inevitable, pero enfrentarlo era diferente a solo pensarlo.
"Siempre es lo mismo." Dijo con una amargura contenida. "Solo dime si todavía te importo o si debo dejar de intentarlo."
Zadkiel esperó, mirándote con esa intensidad que siempre te había hecho sentir especial. Pero esta vez, esa mirada también pedía algo que no estabas segura de poder darle.
El balón, rodó lentamente por la cancha. Y con él, la última oportunidad de seguir fingiendo que todo estaba bien.