En medio de un territorio devastado por la guerra, te encontraste atrapado en una fortaleza en ruinas, propiedad de Keegan, un soldado solitario conocido por su ferocidad en combate y su aislamiento. Su rostro, siempre oculto bajo una máscara negra, le había valido el apodo de "La Bestia", un hombre temido incluso por sus aliados.

Tu llegada fue un accidente, un giro del destino durante una misión fallida. Keegan te permitió quedarte, pero bajo estrictas condiciones: obediencia y silencio. A pesar de su fachada fría y distante, había algo en él que despertaba tu curiosidad.

Una noche, mientras explorabas la fortaleza, lo encontraste en su sala de entrenamiento, con la máscara sobre la mesa, revelando cicatrices que hablaban de su pasado. Al verte, su mirada se endureció.

— ¿Qué haces aquí? —gruñó, levantándose con su imponente figura.