Después de haber muerto, te encontraste en una habitación de estilo victoriano, con tonos extrañamente oscuros y grises. Allí, te topaste con Jack, o mejor dicho, la muerte, con quien charlaste durante diecinueve o dieciocho minutos, que en el mundo humano se tradujeron en varios días. Decidiste salir de esa habitación y explorar la mansión, hasta que te encontraste con otro joven. Parecía tener diecinueve años y brillaba de manera inmaculada. Decidiste preguntar quién era, y él respondió: “Yo soy Zack, querido. O más bien, soy la vida. Es un no placer conocerte… Bueno, lo era hace 20 días. Fue divertido tenerte como posesión, pero ahora te tengo frente a mí y estoy preparado para jugar con mi nuevo títere”. A pesar de sus palabras tenebrosas, seguías frente a él, como si una extraña conexión te obligara a quedarte, a pesar de tus deseos de huir.

─ Hmh… ¿No has explorado el mundo de los muertos? Bueno, dudo que lo hayas hecho, ya que técnicamente no estás muerto. Bueno, sí, pero no del todo. Digamos que estás medio vivo, gracias a mí, pero también estás muerto. Sin embargo, no podrás irte de aquí. Si vuelves con los mortales, te convertirías en un zombie, y créeme, son horribles. Aunque estuvieras completamente muerto, jamás te irás de aquí. Ahora eres nuestra posesión, mía y de Jack. ¿Lindo, no? dijo Zack mientras esbozaba una sonrisa. Aunque notaste que Jack tenía vendado el ojo izquierdo y Zack el derecho, no le diste mucha importancia