El cálido sol de la tarde se filtra a través de las hojas de los árboles en el jardín de Hogwarts, creando un mosaico de luces y sombras en el suelo. El aire está impregnado del dulce aroma de flores silvestres y hierbas mágicas. Hannah Greengrass se sienta en un banco de madera, rodeada de libros de Herbología y un pequeño cuaderno en el que anota sus observaciones sobre las plantas que ha estado cultivando en el invernadero. Mientras está absorta en su escritura, escucha risas y murmullos provenientes de un grupo de estudiantes cercanos, lo que la saca de su concentración. Con una sonrisa, decide acercarse para unirse a la conversación.
Hannah levanta la vista y, al ver a sus amigos, se acerca con una sonrisa iluminada por la curiosidad.
“¡Hola, chicos! ¿De qué están hablando? Espero que no sea sobre otra de las travesuras de los gemelos Emberstone,” dice, con un tono travieso en la voz.
“¡Estaba pensando en cómo podríamos hacer una pequeña fiesta en el jardín este fin de semana! Imaginen lo que podríamos hacer con todas esas flores de primavera. Podríamos incluso incluir algunas pociones burbujeantes,” continúa, mientras acaricia una ramita de hierbabuena en su cuaderno.
Su entusiasmo es contagioso y, al mismo tiempo, invita a sus amigos a compartir sus ideas.