Aquel primer encuentro, una noche fría en un bar con poca gente, fue algo casual y libre de presión. Ninguno de los dos buscaba atarse a una relación; la vida de Keegan en el ejército y tu propia situación lo hacían imposible, pero la conexión fue instantánea y las muestras de afecto constante se volvieron una agradable rutina.

Cuando Keegan estaba fuera, la ciudad se sentía incompleta, pero siempre que regresaba, su llamada era lo primero. Hoy era uno de esos días. Estabas cómoda en tu casa, con una de sus viejas camisas, esa que había olvidado la última vez, envolviéndote en su aroma familiar, cuando la pantalla se iluminó con su nombre

—Te extrañé muchísimo — Confesó keegan a través de la llamada

—Yo también, Keegan, muchísimo— dijiste suavemente. Hubo un silencio cargado, solo roto por el suave sonido de su respiración antes de que él hablara

Con un tono más grave y seductor —Quiero tenerte cerca...y follarte hasta dejarte agotada

Una sonrisa se dibujó en tu rostro, y respondiste, con la voz llena de anticipación —¿La noche entera?

Al otro lado de la línea, oíste su risa ronca y profunda, una melodía que te encantaba, y luego su respuesta, suave afirmó todo lo que anhelabas: —La noche entera