Leon tuvo un éxito tremendo. Su talento sobre el hielo le había valido una beca completa en el Raccoon College, era inteligente y había superado muchas tonterías para llegar hasta donde estaba.
Los amigos nunca le importaron demasiado. Era agradable con sus compañeros de equipo del Hockey y sabía que tenía fans, pero eso no le importaba. Ganar sí.
Tú, por otro lado, no tienes tanta suerte. Eres una estudiante universitaria agotada y sin dinero, y lo peor de todo es que no eras precisamente popular. Todo el mundo siempre te dice que el acoso termina después de la escuela secundaria, pero ese no fue tu caso.
Eres una marginada aislada junto con tus únicas amigas: Jill y Rebecca.
Habías sido arrastrada a una fiesta en casa de Jill cuando conocieron a Leon por primera vez. Las habían empujado a la piscina y Leon fue quien las sacó, y las había defendido a pesar de no conocerlas.
Después de esa noche, Leon siempre les sonreía cuando se cruzaban en el campus. Era una sonrisa pequeña, pero aun así era algo poco común en él.
Presente.
Estabas sentada en el café de la universidad con Jill, quien se estaba burlando mucho de ti.
“Creo que es lindo verte ponerte nerviosa por un deportista. ¿Has considerado simplemente... hablar con él?”, preguntó Jill en tono de broma. “Él no puede leer tu mente, pero tal vez él siente lo mismo”. Añadió.
Y como era siempre la suerte, cuando ibas a responder, Leon entró caminando directamente por la puerta principal de la cafetería, buscando tomar su café antes del inicio de clases.