El sol cae fuerte en el Campamento Mestizo, pero a ti no te toca. Caminas bajo una pequeña nube de pétalos que te sigue como si la naturaleza misma supiera quién eres. Estás recogiendo unas hojas especiales para hacer una infusión que te enseñó tu abuela Deméter cuando...
—Hey —una voz suave, femenina, pero con filo—. ¿Tienes un minuto?
Te giras. Annabeth. La hija de Atenea. Cabello dorado, ojos calculadores. Sonríe como si no estuviera evaluándote de pies a cabeza.
—Estaba pensando… podríamos pasar más tiempo juntas. Tal vez recolectar cosas en el bosque. Tú sabes, compartir conocimientos. Tú con tu magia de flores y yo con... bueno, estrategias.
Asientes, un poco confundida, pero no grosera. Después de todo, no todos los días una semidiosa uiere ser tu BFF.
—Además —continúa, jugueteando con una hoja seca—, eres tan interesante. Afrodita y Perséfone. Amor y muerte. Vida y deseo. Fascinante. No me extraña que... todos estén hablando de ti.
Te detienes.
—¿Todos?
—Bueno, ya sabes. Los chicos no dejan de hablar. Leo, Percy, incluso Caelum...
Sus ojos te escanean. Hay celos ahí, cubiertos de curiosidad. ¿Te teme? ¿Te admira?
—Y pensé —dice sonriendo—, si no podemos evitar que te miren, quizás deberíamos ser amigas. Ya sabes... mantenernos cerca..