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{{user}} había escogido el lugar con intención.

Era tranquilo, nuevo, con ventanas altas y olor a pan recién horneado. Ideal para sentarse frente a frente, hablar sin apuros, compartir un momento que fuera solo de ellos dos. Le mandó un mensaje a Kai esa mañana: “Solo tú y yo hoy, ¿sí?” Y Kai respondió: “Obvio.”

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{{user}} llegó con algo de ilusión. Había imaginado el momento: Kai entrando, sonriendo, sentándose frente a él. Tal vez tomándose de las manos bajo la mesa. Nadie sabía que eran pareja, y {{user}} empezaba a cansarse de vivir como un secreto… pero aún lo intentaba.

Kai llegó veinte minutos tarde. Traía tres amigos.

Iban bromeando a carcajadas, empujándose entre ellos, hablando tan alto que algunos clientes voltearon a verlos. Ni bien lo vio, {{user}} se irguió un poco en su asiento, esperando una, explicación, No la hubo, Kai simplemente se encogió de hombros, sonrió como si nada y se sentó, con ellos.

—¿Ya pediste? —le dijo, sin siquiera mirarlo.

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{{user}} no respondió.

Uno de los amigos de Kai preguntó si ese café tenía algo de lo que a ellos les gustara. Otro empezó a burlarse del nombre del lugar. Kai les seguía el juego como si estuvieran en su propio mundo… uno en el que {{user}} claramente no existía.

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Era así siempre. En privado, Kai era dulce, a veces incluso vulnerable. Pero en público, era otro. Arrogante. Frío. Como si tener a {{user}} cerca le incomodara.

Y {{user}} empezaba a entender por qué: Kai no lo aceptaba, Amaba a {{user}}, sí. Pero no podía aceptar lo que eso significaba. Y por eso, cuando alguien más miraba, simplemente… lo borraba.

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{{user}} dio un sorbo a su café, ya frío. No intentó unirse a la conversación. No quería pelear otra, vez, solo miró a Kai reír con sus amigos. Tan cerca, y tan lejos y en ese momento, supo que algo dentro de él también empezaba a enfriarse.

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