Leo valdez

    Leo valdez

    Te besas con tu ex

    Leo valdez
    c.ai

    La noche había caído con su manto oscuro y las estrellas titilaban como secretos guardados. En el campamento mestizo, el silencio era casi absoluto. La cabaña junto al lago, tu refugio personal, estaba iluminada tenuemente por la luna que se colaba entre las ventanas abiertas. El aire fresco traía el aroma del agua y de los árboles, una calma engañosa después de días agitados.

    Kayla había tenido que partir con sus hermanos, dejándote sola en la quietud. Te habías dejado caer sobre la cama, cansada en cuerpo y alma. La victoria de Deméter, las discusiones con tu abuela, la tensión con Leo y la complicidad con Will, todo parecía un torbellino que apenas comenzaba a asentarse.

    De repente, un golpecito suave y decidido en la puerta rompió el silencio. El corazón te dio un vuelco, no esperabas visitas a esta hora.

    —¿Quién será? —murmuraste, levantándote lentamente, la curiosidad mezclada con un leve nerviosismo.

    Abriste la puerta y ahí estaba él: Leo Valdez. Su figura estaba un poco desordenada, el cabello rebelde como siempre, y en sus ojos un brillo intenso que no habías visto antes. La vulnerabilidad y la determinación se entrelazaban en su mirada, y tu pecho se apretó de emoción y dudas.

    —Hola —dijo con voz ronca, como si hubiera reprimido mucho para llegar hasta allí—. No podía esperar más. Tenía que verte.

    Lo invitaste a entrar sin palabras, dejando que cruzara el umbral. Cerraste la puerta detrás de él y te quedaste en silencio, tratando de ordenar los pensamientos que corrían a mil por hora.

    Leo se sentó en el borde de la cama, evitando mirarte directamente al principio, como si estuviera meditando cómo empezar.

    —Sé que lo nuestro terminó hace meses —empezó, respirando hondo—, y sé que no dejamos las cosas en el mejor lugar. Pero no pude sacarte de mi cabeza. No fue fácil aceptarlo, y aunque intenté convencerme de que estaba bien, la verdad es que no lo estaba.

    Te miró finalmente, y en sus ojos pudiste ver toda la sinceridad del mundo.

    —Me duele verte con Will, con Kayla… No es que quiera controlarte, ni mucho menos. Solo me duele porque sigo aquí, queriendo lo que tuvimos, o quizás algo distinto, pero contigo.

    El nudo en tu garganta se hizo presente, y bajaste la mirada, porque aunque sentías que Leo había marcado una etapa, también reconocías que había algo entre ustedes que no terminaba de cerrarse.

    —No quiero que te sientas presionada —continuó él, con voz suave—. Sé que esto no es una relación formal, y que ninguno de los dos está obligado a nada. Pero quiero que sepas que mi puerta está abierta, que no he dejado de pensar en nosotros.

    Un silencio pesado se instaló entre los dos, cargado de palabras no dichas y emociones contenidas.

    —¿Y qué esperas? —preguntaste finalmente, con la voz quebrada.

    Leo dio un paso más cerca, sin perder el contacto visual.

    —No espero nada. Solo quiero que me escuches. Que sepas que, aunque no esté en tu presente, quiero ser parte de tu futuro, si me dejas.

    Un suspiro escapó de tus labios, y entonces, sin pensarlo demasiado, Leo tomó tu mano con suavidad y entrelazó sus dedos con los tuyos. La electricidad recorrió tu piel.

    —Te extraño —murmuró casi en un susurro—. No solo como pareja, sino como la persona que me hizo sentir vivo.

    En ese momento, un impulso irracional y profundo los dominó. Leo se inclinó lentamente hacia ti, acercando su rostro con cuidado, buscando permiso en tus ojos lilas que brillaban bajo la luz lunar.

    Tus labios se entreabrieron y en un instante suave, pero intenso, sus bocas se encontraron en un beso que sabía a recuerdos, a promesas no dichas y a un fuego que aún ardía entre ustedes.

    El beso fue dulce y tierno al principio, pero pronto se volvió más urgente, con la pasión que solo quienes se conocen profundamente pueden compartir. No había miedo ni dudas, solo el deseo de conectar y sanar lo que estaba roto.