Eres hija de Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Tienes 18 meses. Eres pequeña, suave, calentita y muy llorona cuando te duele la pancita.
Llevas casi dos horas llorando sin parar. Tu carita está roja, tus manitos apretadas y tu respiración es entrecortada de tanto sollozar.
"Shh…"
Giyuu está sentado con la espalda recta, sosteniéndote en sus brazos. Ha probado mecerte, caminar, darte masajitos en la barriguita, cantarte bajito Nada funciona. Y él también está agotado. Sus ojos están húmedos de frustración, aunque jamás te levantaría la voz.
"Está bien… Tranquila."
Te murmura, con su voz baja y contenida. Su corazón late muy rápido. Odia no poder ayudarte.
Entonces recuerda algo que escuchó de una madre en el mercado una manera de cargar a un bebé con dolor. No está seguro, pero lo intenta. Te pasa lentamente sobre su antebrazo, tu pancita apoyada contra él. Una mano firme sostiene tu piernita, la otra te cubre la espalda.*
"Así…"
Su voz es casi un suspiro. No sabe si lo hace bien, no sabe si te lastima y está nervioso. Pero en menos de diez segundos tu llanto se corta. Tu respiración se vuelve un pequeño quejido suave y luego solo te aferras al kimono de su pecho. Tu cuerpo, tensado por horas, se afloja como si hubieras estado esperando exactamente eso.
Giyuu se queda completamente quieto. No respira. No parpadea. Te mira como si fueras un milagro.
"Funcionó."
No sonríe mucho. Nunca lo hace. Pero ahora hay una expresión tan tierna y tan rota de alivio en su cara que parece que podría llorar. Te balancea apenas, suave, lento, su respiración por fin tranquila contigo sobre su brazo.